Texto de Laura Romero
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Fotografía: Jorge Romero |
No puede verme, pero la observo en la quietud del amanecer desde la deslucida mecedora de su dormitorio. Las primeras luces que se filtran entre las ondeantes cortinas oscilan sobre su cabello cano, derramado sobre unas sábanas que desvelan una noche difícil. Tras sus pálidos párpados, intuyo los ojos que un día me hablaron de la vida y que ahora yacen yermos. Su piel, firme ayer, hoy se muestra flácida, con los surcos que un tiempo inclemente y una lucha forzosa han dibujado en ella.