Mi nombre es el silencio
nacido del viento del sur
que poco a poco me mata
llenando de tiempo mis venas,
mi nombre va forjando la huida
a la manera del verbo,
que poco a poco se hace
cuando se nombra en silencio.
Mi nombre es el silencio
nacido del viento del sur
que poco a poco me mata
llenando de tiempo mis venas,
mi nombre va forjando la huida
a la manera del verbo,
que poco a poco se hace
cuando se nombra en silencio.
Y así la noche
ha cabalgado a duras penas,
elogiando a escondidas
las contiendas de los cuerpos,
igual que las luces y las sombras
huyendo del soplo del viento,
esa muerte segura
de la que sólo quisimos
la hora del desvelo,
la cordura nocturna de los cuerpos
y el robo impune de la luna
bajo un cielo largamente imaginado.
Las calles que nos aguardan
están llenas de triunfo cada mañana,
no hay ni una mirada transeúnte
que no avance sin delirio,
que no dibuje una estela de proclama
para el eterno guerrero,
que no brille iracunda,
sopesando frente a frente
la osadía de los escaparates.
No quedará más remedio
que masacrar los cuerpos desbordantes
de minutos monótonos
con el crepitar del desconcierto,
los años serán la estepa del recuerdo
allá donde el futuro será presente.
Y digo sueño,
ante la sólida memoria de una especie,
digo tierra movida por manos afanosas
que sacian de luz el pasado mientras somos,
este no es un buen sitio para la magia,
aquí amanece presente
sobre la duda del tiempo sin cuidado.