Todo en la vida
empieza con una hoja,
como un caos envolvente
que diluye entre suspiros
las páginas intactas de un libro,
todo late, en la vida
todo late a través del aire
que no pesa en las esquinas,
empujado de rigor y adrenalina
todo parece agua y humo
como una especie de gloria
dibujada en el vaho de los cristales,
un eco acogedor que sabe a lecho
como el latido flagrante
de un corazón perfecto.
A Niebla
Queda el eco de un ladrido
sobre la tierra hundida,
una huella firme sin aliento
igual que una imagen sin espejo
recién lastrada de tiempo,
presencia huida a pesar de mi presencia
que cubre de lágrimas mi escarcha
y tu pelo suave bajo el frío.
Por todas partes hay
esquinas sibilinas que guardan
algún secreto efímero,
un estupor de algo por llegar que nos
calma el suspiro o nos lo amedrenta,
entonces, avanzamos consumiéndolas,
doblando sus intrigas por si acaso
con un soplo de aire inacabado,
algún dibujo errabundo que desprenda
perfume y sonrisa en las aceras del tiempo,
eso es lo que queremos cuando
algo sucumbe y vamos con fuego en las manos
y terciopelo apagado en la mirada.
A veces uno remonta desde los versos,
entre pasos embarrados de silencio
y salidas hacinadas de gente
que entra cuando tú quieres salir,
a veces, las muecas de cristal contra el espejo
y tu cuerpo susurrante que solo quiere calibrar
el afecto de tu verbo en las alturas.
