Salgo de nuevo, como cada mañana
trazo mapas con mis pasos
y marco con mis dedos las esquinas,
donde siempre guarda el destino
anaqueles de rostros y sonrisas,
algunas caras conocidas que no recuerdo.
Salgo de nuevo, como cada mañana
trazo mapas con mis pasos
y marco con mis dedos las esquinas,
donde siempre guarda el destino
anaqueles de rostros y sonrisas,
algunas caras conocidas que no recuerdo.
Me gusta renacer todos los días
comprobar de nuevo la secuencia
que alimenta inexplicablemente
a mi ser indeciso de aguas transparentes,
me gusta ver, inhalar verdes pretéritos
sobre los campos enquistados de mi memoria
y apreciar la luz que te ilumina,
y desbocar mi presencia en tu presencia
haciendo boca de tu boca con tus besos.
Me gusta saber del aire
cuando no me pertenece,
el aire que hila las palabras gemebundas
prisioneras de otros labios
que narraron insidiosos cuentos de luna.
Existencia para narrar lo que pude excluir
de una mínima mirada enloquecida
sobre los sueños inconclusos,
es así como intento colmar la tierra
con trozos de piel en su memoria,
ya nada salvo su olor me gusta tanto,
levemente desenvaino apenas los minutos
sobre la misma máquina anhelosa
que reinventa la frágil elocuencia,
y digo una y otra vez yo digo;
tierra, luna, aire, memoria y llanto
y mis pies zigzagueantes, digo,
zarandeados por el agua
de un ecuánime presente.
Foto Jorge Romero |
Alguien habitó el primer sueño,
la mirada primera
penetrada de preámbulo y silencio
por el primer deseo, así,
como un lugar
donde se surcan ciegamente
esos instantes tan precisos,
en una valiosa estela de tiempo
recién acaecido.