Cada vez que somos,
nace un niño en las aceras
avivado entre la luz y la esperanza,
hay silencios de trastienda
en las cloacas, acechando impunemente
los pasos inocuos de un suspiro.
He de confesar
que siempre velé los besos
desde un lugar alejado,
yo quise siempre para esos gestos
una amnistía del poder matemático
que infundiera independencia
o como mucho, que colmara
mi memoria de alborozo,
al fin y al cabo, es lo que cuenta.