Quisimos la ventana
para admirar el paisaje,
para sentir el aire fresco
de una libertad robada,
faltaba algo en nuestras vidas
y el viento supo la respuesta.
Quisimos el verbo
para cantar las canciones
del ahogo y la miseria
arroyos de tinta invisible
sobre las calvas de la tierra,
senderos saturados
bajo el humilde deseo
de la palabra mancillada.
Después quisimos el mar
y la luna, las estrellas quisimos
y las calles y los besos en las plazas.
También quisimos el agua y la risa
el pan y el sudor de las frentes,
pero olvidamos la piedra primera
y no la quiso nadie,
ni tú, ni yo,
que vivimos sobre sus cimientos.
Inexplicablemente,
nadie pidió un minuto de espera
y la memoria se apagó silenciosa
supo irse como el agua,
mostrar el inicio del ciclo;
la misma sangre derramada.
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