Nacer en la colina más opuesta,
desde donde se otea el Rubicón
y su brillo muestra la equidistancia
entre la miseria y la opulencia,
ese escenario no hace a nadie diferente.
El valor está en otra parte, lejos de la sangre,
donde los cantos son del aire
y el árido señuelo de la guerra
se pierde entre el silencio cómplice del eco,
y nada es nuevo allí abajo
y nada se multiplica tanto como la ira
cuando el sol ciega el color de una sonrisa.
Nacer en la colina más opuesta
solo nos hace hermanos de sangre en la distancia,
herederos del triunfo camuflado
mientras que, alguien brama en silencio
nuestros nombres desnutridos
macerando entre sus piernas una ira
que no nos pertenece, ni a ti ni a mí
ajenos de la distancia,
ni a ti ni a mí
que nacimos lejos de su concupiscencia.
Foto: Jorge Romero Aranda
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